Te esperaba. Y no era yo...

Ayer de nuevo te volví a ver. Te esperaba... El verdadero amor aguarda sin exigir, sin demandar, sin ocupar un espacio al que aún no le dieron entrada, sin posicionarse, sólo espera.
Anhelándote, soñándote, imaginándote, dibujándote, despertando y soñando, pero eso sí, siempre desde el más duro anonimato.
Ayer te vi, y te vi como siempre. Tan erguido, tan galán, tan caballero, tan profundo, tan interesante, tan sensible, tan bello, tan elegante, tan inaccesible, tan correcto, tan misterioso, y tan Dios. Tal como un enamorado ve siempre a su amor, tan elevado, tan superior, tan distante, tan lejano, pero a la vez tan cercano, tan humano, tan carnal, tan imposible…
Te besaba, te abrazaba, te quería, te reía, te lloraba, te mimaba, te asentía, te negaba, te prometía, te intuía, no era yo. Se adelantó por la izquierda de tu pecho, dejándome a mí en la caravana de tu vida.
No hay prisas, esperaré, sólo se es paciente con aquello que ilusiona. Esperaré mientras pueda, mientras tenga fuerzas. Esperaré con esperanza o sin ella, cada día, en cada momento, en cada rincón de mi alma, en cada esquina de mi corazón te seguiré mirando desde la distancia, te acariciaré desde lo lejos que siempre se divisa a un Dios, te besaré como el viejo besa al niño, despacito, sin herirte, para así seguir soñando.
Y llegará el Día en el que el despertar sea brusco, repentino, y la lejanía, la superioridad, la distancia, se convierta en un eterno amanecer inundado de afectos, de pasión, de derroches, de ternura. Y llegará… hasta que llegue te volveré a ver, y te besaran, te abrazaran, te sonreirán, te lloraran, te mimarán, te prometerán, pero no seré yo…