La incoherencia de la izquierda en procesión


Toda la parafernalia típica de la semana santa espera ya en sus templos hasta dentro de un año. Como cada año las calles de pueblos y ciudades sirven para la teatralización,  según la iglesia católica acordó en el Concilio de Trento, de la vida de Jesús de Nazaret. Es una manifestación religiosa, cargada de simbolismo, con uno canon artístico; el barroco, destinado a cumplir una misión: el acercamiento a través de la imaginería religiosa de la doctrina católica al pueblo llano. Ese es el porqué, contextualizado en tiempos de la Contrarreforma para evitar el avance del protestantismo de Lutero, y ese es su significado, se sea consciente o no.

Alcaldes, concejales, Ejército, delegados de Gobierno, Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado procesionan bajo palio junto a obispos, sacerdotes, hermandades y autoridades religiosas incumpliendo así  la Constitución Española en su artículo 16.3 que afirma que “ninguna confesión tendrá carácter estatal”. ¿Dónde está el respeto constitucional hacia los no creyentes o hacia quienes tienen fe en otra religión? Si es grave, pero coherente ideológicamente, la asistencia de alcaldes y cargos públicos de la derecha política, lo es mucho mayor de los que dicen ser de izquierdas.

La derecha siempre se ha caracterizado por su coherencia. Si cree en un estado autoritario da un golpe de estado, su defensa del liberalismo económico no se basa sólo en el discurso sino que en cuanto accede al poder empieza a destruir los servicios públicos poniéndolos en manos de la iniciativa privada, se opone al más puro estilo militar contra leyes que cuestionan su modelo de sociedad, ya sea  la ley del aborto, la ley del divorcio o  la ley que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Defiende siempre el modelo de sociedad que anhela con su voto, pero no queda ahí, en la calle también milita. La izquierda, por el contrario siempre es incoherente. Vota y predica una cosa en los estrados pero en la calle hace lo contrario. La izquierda, aboga por lo  público pero cuando le falta liquidez lo primero que hace es externalizar los servicios públicos, mucho más fino que privatizar, discursivamente es laicista pero se reúne con la jerarquía eclesiástica para negociar los acuerdos económicos del Estado con la iglesia,  participa en actos religiosos, invita a obispos a inaugurar obras civiles ejecutadas con dinero público, promete o jura sus cargos bajo la atenta mirada de crucifijos, lleva a sus hijos a colegios religiosos, por eso de la buena moral imagino,  o participan en los actos de Semana Santa con más medallas que nadie, cosa muy típica entre los acomplejados.

 Esta oleada de incongruencia no es sólo propia de cargos públicos, es común a muchos ateos no practicantes, abarca a un gran número de incoherentes. No vale ni como explicación ni como  justificación alegar que  la semana santa es una manifestación cultural, popular o a un acto paganizado. No es válido ese argumento porque es falso. La Semana Santa tiene un fin, una iconografía concreta que sirve para indicar al pueblo cómo debe comportarse, según la moral  católica. ¡Afortunadamente, desde el Concilio de Trento, hemos avanzado!  Faltaría más.

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