A las 3.00 de la Madrugada, en la mayoría de las ocasiones pocas cosas pueden fluir cuando el cansancio de la jornada ya es agotador. Es sin embargo, en este momento cuando los compañeros con los que comparto experiencia y el lugar donde nos hospedamos se ha quedado mudo, sordo, y silenciado por el peso de la noche, que cae sobre nosotros en este precioso y entrañable pueblo del Norte de Extremadura, me brotan emociones que al escribir quedan ya fijadas para poder caminar con la lección aprendida.
Hace cinco años este mismo lugar, acogió, lo que sería sin duda, el principio del comienzo de un proyecto vital y un compromiso con los habitantes y los pueblos empobrecidos de la tierra.
Aquí, hace cinco años, tomé mi primer curso de preparación que semanas más tardes me llevaría junto a quince compañeros a Nicaragua, y allí, experimentar sensaciones, vivencias que cambiarían en mi la escala de valores que habitaban conmigo, y que “me cambiarían, sin lugar a dudas, la vida”. Fue allí, en mi querida Nicaragua, donde me confirmé y me acepté como homosexual, que meses más tarde a mi llegada a España me lanzaría a vivir en libertad, igualmente fue en Centroamérica donde reflexioné si la manera de construir mi vida hasta el momento era la adecuada, y traté de ponerle solución a los fallos que encontré hasta ese momento, e indudablemente, Nicaragua me hizo tomar contacto con una realidad distinta a la que por “casualidad” yo había vivido hasta la fecha, a la vez me iba despertando el compromiso por luchar por un mundo más amable con los pueblos del Sur. Cinco años más tarde de nuevo me encuentro aquí, en Baños de Montemayor, en el mismo recinto que antes de marchar a Nicaragua, con inquietudes maduradas, y con el guión de mi vida más o menos terminado, aunque eso sí estoy abierto a “cambios de guión de última hora”, si con ello cumplo con una certeza, “que el mejor guión de mi vida aún no está escrito”.
Al mirar atrás en estos cincos años, analizo y recapacito de cuántos cambios he experimentando, el aprendizaje interiorizado, la dulzura de poder decirme cada día que “vivo en libertad”, la grandiosidad de quién se sabe acertado con el camino que tomó cuando aún era un joven de 22 años. Me siento capaz de ver la película de mis últimos cinco años, aquí sentado delante de este ordenador, en este lugar inhóspito situado en el extremo norte de Extremadura. En cada secuencia de esa película, hay lugares, situaciones, sentimientos, seres humanos, y momentos congelados que son los que llenan y llenarán las películas futuras que siga protagonizando.
Este sitio, estoy seguro de que, tiene algo de mágico. Fue aquí dónde comenzaron los dos “nuevos principios” de etapa de mi vida.
Y de aquí, a donde vine a a formarme en estos días sobre “Ejecución, Formulación y Justificación de Proyectos de Cooperación Internacional”, es donde soy capaz de sentir de que no hay nada más importante y más fructífero al hacer balance de nuestras vidas, que lleguemos a la conclusión de haber vivido, que nos hemos montado encima de la vida para vivir, y no que la vida se nos ha subido encima de nosotros para que sea ella quien viva en nosotros a modo de carga.
Y es de aquí, al igual que hace cinco años, de donde sale un joven idealista, soñador, cargado con proyectos inminentes, con largos viajes en búsqueda de ese espacio de tierra donde sea capaz de trabajar por un mundo más justo, más amable y que trabaje a diario por la felicidad de todos sus miembros, y que el lugar de nacimiento de un ser humano no sea un condicionante que te arrincone en el lugar de los olvidados para siempre.
La Cooperación entró en mi vida, hace cinco años, para nunca más salir.
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