Deme una alegría, Concejal Serrano.

Desde hace seis años, cada mañana a primera hora, abro la prensa "on line" para ver qué sucede en Mérida, ciudad en la que nací y de la que aun en la distancia me siento su ciudadano. Interesarme por los aconteceres socio-políticos de "mi Mérida" me hace sentirme miembro de la misma y comprometido con sus avances, con sus sueños y preocupaciones, como lo estuve mientra viví en ella. Pero hay una cosa que no ha cambiado desde que no vivo en la ciudad, la poca visión de Ciudad, la poca memoria histórica -ya no es que no se acuerden de hace 70 años atrás, es que olvidaron los últimos 10 años- y la bajeza intelectual y moral que demuestra el Partido Popular emeritense.
Uno de los concejales del PP, Daniel Serrano, joven y nuevo en la política municipal, acostumbra a hacer declaraciones impropias de un representante público de una ciudad que presume ser Capital de Extremadura y que debe aspirar a ser un referente del Suroeste español. En cada declaración que realiza proyecta la visión pueblerina, reducida y mediocre que tiene de la ciudad que me vio nacer. El último regalito mediático con el que me he desayunado, gracias a Daniel Serrano, es que los autobuses "aparcan hasta cinco al mismo tiempo, obstaculizando el tráfico", sí señor, qué gran representante de las preocupaciones de los jóvenes emeritenses, y qué gran memoria porque olvida que la marquesina que alberga la parada central de los autobuses urbanos, el ancho de la parada donde estacionan y el diseño de las vías de circulación del Paseo de Roma fue diseñado y construido por el que fuera alcalde de Mérida, Pedro Acedo, miembro de la formación política a la que representa este joven. Sr. Serrano, deme una alegría, con una me conformo, y regáleme un titular donde proponga medidas para fomentar la cultura, el ocio saludable, el acceso a la vivienda y/o el empleo de calidad y, con ello, sirva su paso por el Ayuntamiento a contribuir a que los jóvenes emeritenses sean un poquito más felices, y a usted, a su vez, le servirá para estar a la altura política e intelectual del cargo que ocupa y en sintonía con la población a la que representa; los jóvenes.