El 28 de junio de 1969 -un cuarto de hora en el reloj de la historia de la humanidad- homosexuales y transexuales neoyorquinos cogieron con rabia el timón de sus vidas y salieron a la calle a enfrentarse contra la intolerancia. Una redada policial contra los reunidos en el “pub Stonewall” fue el origen de nuestro Orgullo. Esa noche de hace 41 años no fue distinta a otras, no fue la primera en la que fueron golpeados y humillados, pero sí la primera que decidieron rebelarse. Espontáneamente se sucedieron manifestaciones, no exentas de violencia, por más de una semana.
La comunidad LGTB había dado el “taconazo” y ahora con heridas en el alma había que organizarse en torno a entidades que sirvieran como catalizadoras de sus demandas. De ahí viene la lucha moderna por los derechos civiles de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales, de la catacumbas, de la agresión, de la cárcel, del ostracismo, del odio más atroz que una sociedad heterocentrista dirigía hacia personas que por amar eran distintas. Ese debiera ser el motivo de nuestro Orgullo; estimación propia y alegría por haber llegado hasta aquí, a pesar de partir desde las profundidades de las alcantarillas.
En nuestro país, sin ir más lejos, sólo hace 30 años que bajo la ley de peligrosidad social se criminalizó a la homosexualidad con prisión, violencia policial, abandono familiar, auto-exilio a zonas urbanas donde poder ser anónimos, soledad y mucho dolor. Para homosexuales y transexuales el Franquismo no terminó en 1975 sino cuatro años más tarde -1979-, momento en el que fueron derogados los artículos que condenaban la homosexualidad.
Los actuales Orgullos, lejos de homenajear y reivindicar el origen de la lucha, han optado por eclipsarlo y poner en valor el estereotipo con el que la sociedad nos reconoce: pluma, tacón y lentejuela. Muchos homosexuales y transexuales, encantados de la actual situación de libertades en la que vivimos fomentan cada día la superficialidad, una pseudo-cultura gay que consiste en la sobredimensión de la sexualidad y la belleza física, falta de solidaridad para con los más débiles y olvidan que su actual ORGULLO; vanidoso, superfluo, consumista, festivo, insolidario, mercantil, estético y banal es el resultado del activismo de esos otros homosexuales y transexuales, olvidados.
Aquellos que transformaron su Orgullo en lucha, encerramiento, compromiso político, cultura -sin etiquetas-, sensibilidad social, discursos sin estética, visibilidad, ideología y ganas por transformar la hostilidad hacia gays, lesbianas, y transexuales por un mundo donde cupiésemos todos bajo la bandera del respeto a la diferencia fue la cárcel y la muerte.
Sirva este humilde escrito, por tanto, para homenajear a quienes fueron torturados, machacados, avergonzados, denigrados o desprestigiados por su homo-afectividad. Nunca jamás reivindiquemos su dignidad, porque nunca la perdieron, o acaso, ¿se puede tener más dignidad que morir o ser encerrado por aquello que sientes?, pero salgamos cada 28 de Junio a ondear su memoria. Ellos son los verdaderos representantes de mi ORGULLO.
¡Hasta Siempre, compañeros/as!
1 comentario:
Totalmente de acuerdo, sobre todo en lo del orgullo vanidoso, estético y banal. He estado dos veces allí en madrid. La segunda vez acabé cansado de eso precisamente, de esa exhibición de banalidad, de mentes vacías y de guapísimos de la muerte comprobando que todos admiráramos sus demasiado trabajados cuerpos y sus caras con sonrisa congelada. Yo estoy más con toda esa historia que la lucha de los homosexuales ha escrito a base de persecuciones, palizas y desprecio. Yo sí entiendo, pero no entiendo de gustos, de marcas, de modas, de peluquería, ni visto a la última, lo siento. Podré seguir siendo gay o me echarán por esto?
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