El Consejo Europeo ha dado con el Pacto del Euro el impulso definitivo a un gobierno económico europeo. Los 27 se han comprometido a presentar sus cuentas a las autoridades comunitarias para que éstas supervisen los presupuestos nacionales y vigilen que ningún país incurra en déficit –sólo se permitirá hasta un 3%-.Salen ganadoras las visiones alejadas de la doctrina económica tradicional en Europa. Las ideas keynesistas que habían sido una tradición tras las II Guerra Mundial, que posibilitaron el gran avance económico y social, que hicieron de Europa un referente de cómo se puede dotar de protección social a los ciudadanos a la vez que obtener resultados macroeconómicos positivos se alejan del proyecto europeísta.
Los esfuerzos que tendrán que hacer los europeos serán duros y exigentes. Con la “disciplina presupuestaria” los Estados no podrán gastar más que lo que ingresen. El Club de los 27 se ha citado en el futuro para debatir de qué manera se puede abrir el Tratado de Lisboa para añadir una clausula que por imperativo legal impida ninguna actuación más como las realizadas por Grecia e Irlanda: engañar a la UE del estado real de sus cuentas públicas. A la socialdemocracia le ha cogido con el pie cambiado. Sólo cuatro países de la UE están gobernados por el keynesianismo –España, Portugal, Grecia y Austria-. Los cuatros versos sueltos de la ortodoxia liberal, sabedores de su soledad, no tienen más remedio que aceptar las normas de los conservadores europeos. El problema vendrá después: cuando en sus Estados deban convencer a sus votantes de políticas que no entran dentro de sus esquemas y para las que no fueron votados.
Europa ha matado a Keynes, ha resucitado a Freedman y ha puesto en cuestión la fuerza de la socialdemocracia para construir una Europa más social que evite el desmantelamiento del Estado del Bienestar. Merced a la crisis, somos más Europa, con un gobierno económico común pero más lejos de Keynes y de la Europa con la que soñaron los padres fundadores.
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