La muerte de un joven de 23 años en la quedada universitaria conocida como “Fiesta de la Primavera” ha puesto en evidencia la hipocresía de administraciones públicas y medios de comunicación. Los primeros, por obviar una realidad existente, por mucho que no nos guste reconocer que 6.000 jóvenes se reúnen para beber alcohol por doquier. Los segundos, por pedir responsabilidades y planes de emergencia con un muerto encima de la mesa y no hacerlo mucho tiempo antes de que hubiera sucedido tan desgraciado hecho.
Al ser una convocatoria ilegal, organizada de manera espontánea por las redes sociales y carente de una organización con personalidad jurídica, no existe clarividencia a la hora de a quién hay que señalar como responsable de la seguridad de la zona donde se celebra el acto estudiantil.
De todos modos, es más que sabido que en el Charco de la Pava se citan los universitarios sevillanos, más de una vez al año, a festejar con alcohol la causa que consideren oportuna. Nunca antes el Consistorio ni medios de comunicación hablaron de adecuar la zona y facilitar vigilancia policial, protección civil, y unas mínimas infraestructuras urbanas. Tampoco se pensó en prohibir la deprimente estampa que esta juventud quieta e inmadura nos regala cada poco tiempo.
Una juventud que ya no asiste a la Universidad para ensanchar el mapa del mundo ni para emprender, asisten a pasar el tiempo y conseguir un título con el que poder ser funcionarios. Universitarios apáticos, sin referencias culturales de su época y carentes del más mínimo sentido de la responsabilidad para con su futuro. El único motivo que los anima a ponerse en movimiento es engalanarse con sus mejores galas, compradas en las tiendas del grupo Inditex, y sujetar un vaso de plástico con altos grados de alcohol.
Triste realidad que sin ser general, sí es mayoritaria, es el síntoma de que algo se ha hecho mal con estos jóvenes incapaces de liderar su mañana. No obstante, por muy vergonzosa que sea la “botellona” y por muy mal que nos parezca que miles de chicos y chicas se convoquen para beber alcohol, el Ayuntamiento de Sevilla debe tomar una decisión para proteger la integridad física de los que allí se reúnen.
El próximo alcalde de la corporación hispalense tiene dos opciones: prohibir y, por tanto, disponer de un plan que evite el acceso a los antiguos terrenos de la Expo o dotar a la zona de un plan de emergencia y facilitar la seguridad de los universitarios. Si hubiese existido un plan específico de emergencias el 112 hubiera podido acceder antes al lugar donde fue apuñalado el joven natural de Cazalla de la Sierra.
Quizás hubiera podido salvar la vida, evitar el sufrimiento de su familia y , de paso, enmascarar la hipocresía de los medios de comunicación que exigen seguridad ahora que hay un fallecido en muerte violenta y no antes. A río revuelto, ganancia de pescadores. Los padres del fallecido han denunciado al Ayuntamiento de Sevilla, al que reclaman la responsabilidad civil de un acontecimiento que nunca solicitó el debido permiso a la Delegación del Gobierno: requisito indispensable para que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado amparen el orden y la buena convivencia en los actos multitudinarios. Necesitamos soluciones porque la hipocresía mata y urge encontrar al autor de sesgar los sueños de un joven de 23 años.
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La muerte de un joven de 23 años en la quedada universitaria conocida como “Fiesta de la Primavera” ha puesto en evidencia la hipocresía de administraciones públicas y medios de comunicación. Los primeros, por obviar una realidad existente, por mucho que no nos guste reconocer que 6.000 jóvenes se reúnen para beber alcohol por doquier. Los segundos, por pedir responsabilidades y planes de emergencia con un muerto encima de la mesa y no hacerlo mucho tiempo antes de que hubiera sucedido tan desgraciado hecho.
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