No respeto ni a la Iglesia Católica ni a los católicos, aunque respeto profundamente a los cristianos. No los respeto porque no merecen respeto quienes no respetan mi orientación sexual, por “antinatural y contraproducente para la sociedad”; porque conozco a muchos homosexuales con hasta ocho intentos de suicidios, siempre tras salir del confesionario; porque no puedo respetar a una organización que sólo ha firmado 10 de las 103 convenciones internacionales de derechos humanos.
La Iglesia Católica no ha firmado ni un solo documento para defender los derechos de las mujeres, de los pueblos indígenas, contra el apartheid, contra los crímenes de guerra o contra la pena de muerte. Porque no puedo respetar a quien ni siquiera ha ratificado la Declaración Universal de Derechos Humanos, firmada el 10 de diciembre de 1948. Porque no es respetable quien no tiene a la democracia como religión.
Porque no puedo respetar a quien votó contra la despenalización de la homosexualidad en el seno de Naciones Unidas, aliándose con países donde matan a los homosexuales y transexuales; porque conozco a más de un violado por un cura; porque la Iglesia sólo ha vivido y vive pegada a los poderosos, en contra de las enseñanzas de Jesús de Nazaret; porque apoyaron demasiadas torturas contra los diferentes; porque han sido cómplices con muchos regímenes autoritarios.
Porque usan el boato y el lujo para su disfrute; porque no multiplican el pan y los peces para paliar las injusticias que avergüenzan al mundo; porque en el Tercer Mundo no tienen afán de acabar con la desigualdad, sino de extender su mensaje dogmático; porque predican un mensaje de pobreza que no llevan a la práctica; porque interfieren en el funcionamiento de los Estados, pero si yo interfiero en su Estado me tachan de anticlerical e ir contra la libertad religiosa.
No los respeto porque, si pudieran, me quemarían vivo por homosexual, ateo, de izquierdas y censurarían mi libertad de expresión, para evitar que este artículo, ni otros, fuera publicado; porque no puedo respetar a una organización que no otorga estatus de ser humano a las mujeres, a las que sólo encomienda tareas de limpieza, de corte y confección, reproductoras y de cuidado de la familia.
Porque me parece que es delito abogar por sacar del Código Penal la violación sexual contra las mujeres, como defiende Rouco Varela; porque no se puede tener respeto por una organización que se opone a las leyes constitucionales y apoyadas por una amplia mayoría de ciudadanos españoles. Porque no puedo respetar a quienes han usado el miedo, el pecado, el infierno y el demonio para atemorizar a la población.
No me merece el más mínimo respeto quien teme a los hombres y mujeres libres, saben que tras la libertad está el fin de su mentira; porque no me merece el más mínimo respeto quien amenaza, boicotea e insulta a los periodistas que no escriben tal como escriben los periodistas de Alfa y Omega. Porque no merece respeto una tribu que se permite juzgar y dar lecciones de moralidad a todos los mortales, pero que cuando somos los mortales quienes juzgamos su moralidad nos culpan de vulnerar sus libertades.
Porque no respeto las mentiras, ni el miedo ni el odio que expanden contra los herejes, porque no tengo nada más que una religión y un dios: la democracia y la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
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