Yo apoyo el Centro Niemeyer de Avilés

Fui testigo de la ilusión y la esperanza con la que Avilés esperaba el Centro Niemeyer. La ciudad asturiana, castigada como pocas por la reconversión industrial de la minería y la siderurgia en los 90, había volcado sus esperanzas en la obra de Niemeyer para situarse en el mapa de la industria cultural, poner fin a los altos índices de paro y remediar la depresión identitaria que los avilesinos sufren desde que la crisis industrial se cebara con ellos.



El arquitecto brasileño cedió los derechos de autoría y  regaló la posibilidad de que Avilés trazara su futuro pasando por la cultura. Construir ciudadanía a través de los valores culturales y tejer sinergias para revitalizar socioeconómicamente la ciudad, fueron los motivos por los que el Gobierno de Asturias decidió que el presente de Niemeyer se ubicara en Avilés.

La construcción del Centro sólo costó 25 millones de euros, aunque la inversión, sufragada por el Gobierno asturiano, ascendió a 43 millones de euros. Una cantidad moderada comparada con el Metrosol Parasol de Sevilla, conocido popularmente como “Las Setas”, que triplicó el gasto y no tiene en el horizonte las bondades del complejo cultural asturiano.

De hecho, en los poco más de seis meses que el Centro lleva abierto, ha conseguido una programación cultural muy exitosa y atraer el interés de producciones internacionales que han pensado en Avilés como destino de su creación. Plazas hoteleras y empresas de servicios se han interesado en Avilés para emprender sus ideas de negocio y contribuir a que Avilés salga del letargo económico.

Sin embargo, Francisco Álvarez Cascos, líder del ultraderechista y populista Foro Asturias, ha decidido que no, que la cultura no es un motor de desarrollo económico y cívico. Aludiendo a sospechas de mala gestión, sin aportar datos ni documentos probatorios, se niega a ceder al Patronato de la Fundación la gestión del Centro . Ha cancelado la programación prevista y echado el cierre al que ya era el edificio símbolo de la nueva era de Asturias y Avilés. Igual que el Museo Guggenheim de Bilbao, la obra de Niemeyer representa la modernización y el adiós al drama de la reconversión.

Todos los grupos políticos asturianos, salvo el partido creado a imagen y semejanza de Cascos, se oponen a que el presidente asturiano niegue a Asturias y, especialmente, a los avilesinos una justa oportunidad para hacer de la cultura un vector de ciudadanía y desarrollo económico.

Movido por los deseos de todo buen populista, quiere reinventar Asturias y echar el cierre a todo proyecto con olor al anterior Gobierno. Probablemente, Cascos está castigando a Avilés, única ciudad relevante que gestiona la izquierda asturiana, por no  sucumbir al populismo del ultraderechista Foro Asturias.

Álvarez Cascos se equivoca, las urnas le dirán hasta qué punto está errando, al gobernar con odios y hacer de la cultura un chivo expiatorio. Avilés se ha levantado cívicamente para escenificar su apoyo al Centro Niemeyer y recordar al mandatario asturiano que la cultura también crea riqueza monetaria y, sobre todo, fomenta la convivencia y edifica ciudades y ciudadanos libres.

Sólo cabe esperar que las protestas de los avilesinos sean escuchadas por quien sólo parece oírse a sí mismo. Como todo buen ególatra y oportunista, ganó unas elecciones escondiendo su ideología y fomentando una imagen falsa de salvador de la patria asturiana. De ahí que rechace la cultura: única herramienta capaz de destapar sus verdaderas intenciones.

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