Sólo han cambiado de uniforme

La policía apalea a estudiantes hartos de llevar mantas al instituto para combatir el frío provocado por un  modelo ruinoso, corrupto y megalómano que se gastó el dinero para la educación y sanidad públicas en circuitos de Formula 1, en parques temáticos insostenibles o en recibir al representante de Dios en la tierra. Parece la sinopsis de un taquillazo cinematográfico made in USA.



El decorado también podría ser perfectamente el de un thriller: madres llorando, que no pueden rescatar a sus hijos de la violencia policial; niños con las cabezas abiertas y aterrados de miedo; mochilas rodando por el suelo,  cargadas de libretas y bolígrafos con los que escribir un futuro digno y caras de terror de unos jóvenes apaleados por defender su derecho a una Educación de calidad.

Sin embargo, la realidad es bien distinta.  Lo que está ocurriendo en Valencia es que esta derecha cerril utiliza las mayorías absolutas para acallar las voces disidentes a base de porrazos. Las estampas valencianas se parecen más a las actuaciones de la policía franquista que a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de un Estado democrático.

Mientras una madre espera en la puerta de urgencias a que le cosan la cabeza a su hija, María Dolores de Cospedal, en su papel de malvada, afirma que la policía “sólo ha perseguido a delincuentes”. Delincuentes muy peligrosos: un hombre ciego que iba armado con un bastón, una niña con discapacidad física, una madre, un abuelo, un profesor y varios periodistas.

Unos niños de entre 12 y 17 años “han puesto en jaque la seguridad ciudadana” y unos alborotadores, con pelotas de goma, porras, gases lacrimógenos y cascos azules, “trabajan para velar por el orden y los valores democráticos”.

La derecha cañí ha cambiado de nombre, de uniforme, de decorado discursivo e incluso hasta se divorcian y abortan, pero siguen funcionando con la misma ira, arrogancia, instintos primarios y maldad que durante 40 años lo hicieron los hombres que actuaban a las órdenes del actual alcalde perpetuo de Valencia.

La modernización de la derecha española fue más de diseño que de fondo. No todos los integrantes del PP son fascistas, pero sí todos los fascistas militan y votan al PP. Podríamos ser más europeos y tener una derecha cívica, pero no. La derecha cañí duerme bajo el mismo techo que la ultraderecha y está muy lejos de la elegancia democrática de los partidos democratacristianos europeos.

Lo que podía haber sido sólo una mera anécdota, de unos chiquillos manifestándose por su derecho a tener calefacción en su instituto, se ha convertido en un símbolo de la lucha por la defensa de los servicios públicos. Y de paso ha sacado del armario el ADN siniestro de esta derecha patria tan incívica e indecente. Como dice Mónica Oltra, diputada valenciana de Compromís: “tanta escuela privada y tanta misa, de qué les ha servido”.



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