A veces puedes llegar a derribarme y te condeno, discutimos, te llamo cruel, aterradora, habladora, chivata y persuasiva. En otras ocasiones te acurruco, te sonrío, te agradezco tus visitas, porque sólo tú sabes cuánto me equilibras, y ayudas a edificar mi futuro desde el aprendizaje del presente. Juntos analizamos errores, aprendemos de ellos, y celebramos los aciertos.
Eres una cómplice cómoda, no necesito situarte en el contexto, tú conoces mejor que nadie las preguntas y respuestas de mi existencia. Tienes constancia de mi pasado, permaneces siempre en mi presente, y te entusiasmas, al igual que yo, de mis planes de futuro. Has sido testigo de amores fallidos, de historias ilusionantes, de búsquedas infinitas, de huidas, te sitúas siempre a mi lado en los sueños que construyo a diario, mis miedos son los tuyos, mis fracasos también los vives como propios. Me guiaste en los momentos en los que necesitaba poderosamente una estrella hacia adonde fijar mi brújula, ¿te acuerdas? Me limpiaste tantas lágrimas, me apoyé tantas veces en tu hombro, me salvaste de tantos peligros, me regalaste tantos abrazos, tantas caricias, sí, tú Soledad, me diste y me das tanta vida, que tengo por eso quizás, dependencia de ti.
Y tú también me cuentas cosas, ¿verdad? Estás siempre comentándome el miedo que te tiene el mundo, que te huyen, que no te soportan, que te agreden y hasta te maldicen. Me sueles relatar que le tienen pánico a tu sinceridad, a tus verdades absolutas, a tu presencia, que te esquivan para no escucharte. El mundo conoce tu sapiencia, Soledad.
Y tú también me cuentas cosas, ¿verdad? Estás siempre comentándome el miedo que te tiene el mundo, que te huyen, que no te soportan, que te agreden y hasta te maldicen. Me sueles relatar que le tienen pánico a tu sinceridad, a tus verdades absolutas, a tu presencia, que te esquivan para no escucharte. El mundo conoce tu sapiencia, Soledad.
¿Sabes qué? Que en momentos te deseo abrazar, pero otras muchas veces daría lo que fuera por sustituirte por abrazos de verdad, sinceros, esos que achuchan el alma. No obstante, pensándolo bien. Tus abrazos, tus consejos, tus diálogos son siempre tan íntimos, tan enriquecedores, me aportas tanto, que quizás lo mejor sea ir alternando tus afectos con los afectos del mundo, esos que están ahí afuera. Sí, ese mundo tan injusto, que a veces hiere tanto, aunque también en otras ocasiones nos deleita con momentos tan gratos. De todo eso, de heridas y de triunfos, está hecho el mundo, y es esa dualidad la que convierte a la labor de vivir en una práctica tan emocionante. ¡Ay, Amiga Soledad, la vida!
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