Sindicatos sí, pero otros.


Las centrales sindicales mayoritarias han comenzado una campaña con el fin de encontrar la adhesión de los ciudadanos a su llamamiento de Huelga General. A falta de pocos días de la convocatoria la tensión no se palpa en la calle.
Los motivos a este desinterés podrían buscarse fuera de la órbita de los sindicatos, pero si  éstos desean contribuir a la mejora de las condiciones de los asalariados deberían hacer  autocrítica severa, constructiva y lejos de  dogmas ideológicos.  Las organizaciones sindicales han desarrollado una tarea esencial en el progreso socioeconómico  pero  siguen manteniendo estructuras del siglo XIX en una sociedad que es del siglo XXI.  Paralelamente, se han dotado de un modo de funcionar que los alejan física y emocionalmente de la clase trabajadora.
Se han burocratizado a golpe de de subvenciones, asemejándose más a una administración pública que a  una red de solidaridad. No diré mentira si afirmo que cuando un trabajador ha necesitado de la ayuda sindical, en no pocas ocasiones,  ha sido atendido con un vuelva usted mañana o que la vida laboral de muchos cargos y empleados sindicales se reduce al sindicato.  Tampoco erraré si digo que los planes de formación que gestionan las organizaciones obreras sirven más para cubrir sus  intereses y mantener las plantillas internas que para el interés general.
UGT y CC.OO no deben buscar fuera de sí las causas por las que no encuentran eco en los ciudadanos. Los discursos sindicales que abogan por la justicia, la solidaridad y la igualdad de oportunidades no  tendrán jamás autoridad moral mientras en los sindicatos impere la distancia diaria con la realidad laboral y los asalariados sigan percibiendo a los sindicatos como aparatos de poder y no como el lugar idóneo donde acudir cuando surgen problemas en el trabajo, sin miedo a encontrarte, al otro lado de la mesa, a un sindicalista que ve a clientes  que tienen condiciones económica y laborales muchos más desfavorables que las suyas. Si los sindicatos continúan siendo armaduras de poder y no de solidaridad se saldrán de las razones por las que fueron creados.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

UGT y CC.OO no deben buscar fuera de sí las causas por las que no encuentran eco en los ciudadanos. Los discursos sindicales que abogan por la justicia, la solidaridad y la igualdad de oportunidades no tendrán jamás autoridad moral mientras en los sindicatos impere la distancia diaria con la realidad laboral y los asalariados sigan percibiendo a los sindicatos como aparatos de poder y no como el lugar idóneo donde acudir cuando surgen problemas en el trabajo, sin miedo a encontrarte, al otro lado de la mesa, a un sindicalista que ve a clientes que tienen condiciones económica y laborales muchos más desfavorables que las suyas.

Jesús Garrido dijo...

¿Sabes en mi entorno laboral lo que opinan de qué es un sindicato?

Un grupo que vende a los trabajadores a cambio de cursos de formación.

A pie de compañeros o de calle, oídor silencioso.

Saludos.