La ética de la resistencia



Posa segura, combativa, presume de surcos de pasado y mirada de futuro,  y se enfrenta al objetivo con un arma de guerra que no mata: su bandera de Andalucía.  Esta abuela representa la historia viva de su pueblo: mujeres jornaleras nacidas para sufrir. Dueñas de sus amos, pero siempre libres. La libertad no es una ley hecha por burócratas sino la  actitud consciente de no aceptación del  yugo  dominante.  Ella no acepta imperios nada más que el de su conciencia, la delatan sus ojos hundidos.


Ha pasado por todas las edades, ha librado todas las batallas y todavía le quedan fuerzas para enarbolar la verdiblanca; para reivindicar “libertad, trabajo y autonomía", para exigir respeto para su pueblo, para su gente.  Frente al estigma y la indolencia ella muestra orgullosa su ideal andaluz y en posición de victoria frente a la resignación.  

Es la foto más cargada de futuro que he visto en mucho tiempo. Está cargada de dignidad, de rebeldía y de utopía. Me amilana tanta decencia. Las curvas de su rostro son el reflejo de la dureza existencial que tantas veces ha padecido  esta tierra. Podría ser mi abuela: una mujer analfabeta, jornalera, subyugada a los designios de sus señoritos, pero SIEMPRE LIBRE. Me desborda su honorabilidad. 

Ella hoy ha venido del pueblo de la Andalucía profunda en el que nació para mostrar su bandera y sacudirse tantos años de represión, humillación y oscuridad. Sabe que es libre, porque un día no lo fue, y por eso luce los símbolos de su identidad con descaro y osadía en el Día del Andalucismo. Hoy ha venido a escuchar y aplaudir a los hijos que parió la Andalucía graciosa, emigrante, inculta, "mal hablada" y adormecida.

 “Sólo podemos seguir siendo libres si ejercemos la libertad”, pensará esta andaluza de vanguardia que me ha enseñado que el futuro no es patrimonio único de los jóvenes y que sólo le pertenece a la gente que lo quiere conquistar. A la “abuela del andalucismo” le queda toda su vida para seguir construyendo un mañana de andaluces y andaluzas libres. 

Qué nunca nos olvidemos de la intrahistoria de estas abuelas que encarnan en su cara las huellas de la historia más avergonzante de nuestra tierra. Convertir los sueños de esta mujer, que seguramente no habrá pisado en su vida un aula universitaria, en hecho presente debiera ser la motivación de los que somos sus nietos. Nunca pisó una Universidad, pero prometo que me ha dado la lección más importante que nunca aprendí: la ética de la resistencia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Posa segura, combativa, presume de surcos de pasado y mirada de futuro, y se enfrenta al objetivo con un arma de guerra que no mata: su bandera de Andalucía. Esta abuela representa la historia viva de su pueblo: mujeres jornaleras nacidas para sufrir. Dueñas de sus amos, pero siempre libres. La libertad no es una ley hecha por burócratas sino la actitud consciente de no aceptación del yugo del dominante. Ella no acepta imperios nada más que el de su conciencia, la delatan sus ojos hundidos.

Pilar dijo...

¡Vivan las abuelas que tienen marcados en el rostro los surcos con los que labraron el terruño! Ellas comenzaron a hacer posible todo lo que hoy disfrutamos y, a menudo, nos pasa desapercibido. Por ellas, por nuestras madres, por los que vendrán..., tenemos que seguir construyendo un mundo de hombres y mujeres libres.