Todas las encuestas coinciden: el Partido Popular de Andalucía (PP-A) podría ganar las próximas elecciones autonómicas. Es más, un reciente sondeo electoral elaborado por el Gabinete de Estudios Sociales y Políticos de Andalucía (Gespa) otorga al partido que lidera Javier Arenas el 45,5 por ciento de los sufragios y 57 escaños –mayoría absoluta– en el Parlamento de Andalucía.
Ni que decir tiene que, de producirse este vuelco electoral en Andalucía, estariamos hablando de un resultado histórico que cambiaría el mapa electoral de un territorio simbólico para la izquierda.
No tendrían que existir mayores temores a estos datos si, como sostienen algunos, la derecha que aspirara a gobernar fuera una derecha civil, moderada, dialogante y centrada. No obstante, lejos de este deseo, muchos apuntan que se trata de una derecha cortijera, confesional, homófoba, racista, machista, centralista, insolidaria y cargada de odio. Hay, incluso, quienes defienden que los conservadores de hoy no son los mismos que en la Transición, pues los consideran peores y más peligrosos.
El PP tiene recurridas ante el Tribunal Constitucional leyes que hacen más libres y felices a los ciudadanos, como la ley que regula los matrimonios entre personas del mismo sexo o laLey de Salud Sexual y Reproductiva y de la Interrupcion Voluntaria del Embarazo, más conocida como "Ley del Aborto".
En opinión de algunos, los populares persuaden con discursos xenófobos que criminalizan y persiguen a los inmigrantes -eso sí, menos a las empleadas domésticas que trabajan internas en sus casas por sueldos y jornadas laborales esclavizantes-.
Algunos medios de comunicación lanzaron críticas contra la formación que lidera Arenas por considerar que insultaron a Blas Infante, padre de la patria andaluza, llamándolo “fascista”, “cretino” y “subnormal”; o porque se han mofado de nuestro acento en varias ocasiones; o porque llamaron "analfabetos" a los niños andaluces. Para otros, el PP agravia constantemente a los jornaleros de esta tierra a los que amenazan con suprimir el PER, que no es más que la protección social de las mujeres y de los hombres del campo.
Las mismas encuestas que vaticinan un triunfo electoral del PP-A auguran una alta abstención y un estancamiento de Izquierda Unida (IU) que no consigue conectar con el electorado de izquierdas que, si no vota al PSOE, no votará a nadie.
IU no consigue despegar del 7 por ciento que obtuvo en los últimos comicios andaluces. En 1996 la coalición izquierdista consiguió en Andalucía un 14 por ciento de los votos y ser el refugio para los ciudadanos que, siendo de izquierdas, se sentían huérfanos en el PSOE. Hoy, IU ya no es refugio ni para sus militantes.
El modelo de sociedad que defiende Izquierda Unida sigue teniendo vigencia. Necesitamos tener una fuerza política de izquierdas utópica, maximalista, culta, internacionalista, defensora de los derechos de las minorías y que tenga en su horizonte otro mundo posible.
No obstante, esa izquierda debe dejar de ser rehén del Partido Comunista de España (PCE), además de condenar a la dictadura cubana con vehemencia y a todos los regímenes populistas de izquierdas. Debe ser una izquierda ilustrada que emocione e ilusione.
La deriva conservadora que se nos avecina trae una derecha que pretende guardar un perfil oculto para no desgranar sus verdaderas intenciones: amputar la educación libre y gratuita; privatizar la sanidad pública; más horas de trabajo por menos remuneración para los asalariados; leyes pasadas por el tamiz del catolicismo; dejar sin efecto la Ley de Dependencia; una diplomacia bravucona que se hace fuerte con los débiles. Ante esta oleada derechista e insolidaria, necesitamos otra izquierda que consiga ser amparo de los ciudadanos traicionados por el PSOE.
El 68,9 por ciento de los andaluces se definen "de izquierdas" y, por tanto, merecen una opción política ilusionante, moderna, post-comunista, ecologista, pacifista, feminista, internacionalista, que proponga en vez de oponerse por sistema y que defienda a quienes no disponen de alas para volar.
La derecha para ganar sólo necesita que los ciudadanos no aparezcan el día de las elecciones a las urnas. La izquierda, en cambio, sólo ganará si consigue batir al desánimo y llenar las urnas de papeletas ilusionadas. La ocasión lo merece.
1 comentario:
La gente ya está harta de tanto Per, quiere trabajo de verdad, y que sus hijos prosperen. Que no haya tanto vago.
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