La rentabilidad de ETA

Arnaldo Otegi ha sido condenado a diez años de cárcel por la Audiencia Nacional, por intentar reconstruir la estructura de Batasuna “siguiendo instrucciones” de ETA. Los autoerigidos como voces de la “memoria, dignidad y justicia” de las víctimas de ETA han celebrado la resolución judicial y, ahora sí, aplauden la “independencia” de los jueces. Por desgracia, esta memoria no sirve para desenterrar las fosas franquistas y dotar de “dignidad y justicia” a los represaliados por el dictador.

Manipulación del periódico El Mundo


Hace sólo unos meses culpaban a los jueces de haber actuado sin independencia y de fallar una “sentencia política” que facilitó que Bildu, una coalición electoral formada por personas sin pasado violento, se pudiese presentar a las elecciones municipales. “Memoria, dignidad y justicia” a la carta.

Esta sentencia condenatoria sobre el exportavoz de Batasuna va a conseguir el efecto contrario al deseado. Por un lado,  frena el proceso de paz, que deberá conllevar a la reconciliación de las partes enfrentadas; por otro, victimiza a los abertzales y le aseguran otro triunfo electoral en los próximos comicios.

Conde Pumpido, Fiscal General del Estado, nada más conocer la decisión de los jueces afirmó que “si Batasuna hubiera pedido la disolución de ETA, la sentencia podría haber sido diferente”, síntoma más que evidente de que el fallo es más político de lo que sería recomendable para un asunto judicial.

A veces, uno se pregunta  quiénes y por qué  están empeñados en alargar esta tragedia política, cultural y social que ha matado a más de 1.000 almas y que ha levantado muros en la convivencia de los vascos. Aunque los actores del culebrón vasco sean múltiples, son los vascos los que conviven divididos y los que han enterrado a amigos, hermanos, padres y adversarios políticos.

La mercantilización de la victimización terrorista ha dado lugar al nacimiento de líderes políticos sin más experiencia en el “curriculum vitae” que la de haber sido víctimas. Sin ir más lejos,   la formación política de Rosa Díez, “Unión, Populismo y Demagogia”,  basa únicamente su mensaje en la “derrota del terrorismo” y en el uso electoral de la condición de amenazada por ETA de Díez. Como daño colateral, Díez sitúa en la misma arista a los violentos que a los nacionalistas vascos no violentos. Obviando que hay militantes del PNV que viven con escolta y han sufrido la sinrazón etarra.

Hace sólo unos días, El Mundo encuadró una fotografía, con la que ilustraba una noticia que hacía referencia a una manifestación de apoyo al proceso de paz en Bilbao, para que los lectores leyeran “ETA” donde ponía “nposeaketarik ez nazioa gara” (No a las imposiciones. Somos una nación). Flaco favor a la ética periodística que hizo el diario del maestro de moralidad Pedro J. Ramírez.

Siguiendo la estrategia de negar los pasos clarividentes  en favor de la paz, dados por los abertzales, un periodista, de un periódico español que condenó las negociaciones de Zapatero pero aplaudió fervorosamente a Aznar cuando éste llamó a ETA “Movimiento de Liberación Nacional Vasco”, le hizo la siguiente pregunta a los representantes de Bildu en una rueda de prensa en el Parlamento Europeo de Estrasburgo (PE): “¿sabéis que vais a recibir muchos votos de gente que en el pasado votó  las marcas electorales abertzales? Hecho que prueba que sois herederos del mundo batasuno. ¿No creéis que es suficiente motivo para ilegalizar vuestra formación?” Tras el bochorno inicial, me pregunté si tendríamos que ilegalizar al PP por recibir votos de los que un día apoyaron el Franquismo.

La condición de víctima,  fortuita, nunca elegida y, por tanto, carente de ningún mérito, ha situado en  la primera línea política a personas que han sido usadas con fines espurios como mercancía electoral.  Demasiadas carreras políticas a costa de la muerte. Demasiadas estrategias electorales sustentadas en el conflicto vasco.

Para muestra un botón: la  hermana de Alberto Jiménez Becerril, asesinado vilmente, en Sevilla, junto a su mujer, ocupa un escaño en el PE. Teresa Jiménez Becerril ha sido instrumentalizada como parte de la estrategia de rentabilización electoral que se ha hecho de la violencia de ETA. Sus habilidades para estar donde está son más que cuestionables.

La hermana de Miguel Ángel Blanco, que ocupa un escaño en el Parlamento Vasco, o Rubén Múgica, hijo del concejal socialista Fernando Múgica asesinado por ETA, que encabezará la lista de UPyD por Guipúzcoa son casos que ejemplifican que muchas listas electorales han usado el victimismo como reclamo del voto que condena a ETA. Como si los que no votasen a una víctima no se solidarizaran con la situación dramática de perder a un ser querido a manos de los violentos.

Es más, en la primera legislatura de Zapatero, el PP usó la política antiterrorista como estrategia para derribar al Gobierno socialista. Llegaron a insinuar que Zapatero era amigo de los asesinos. Incluso culparon a Zapatero del atentado de la T4 de Barajas, que puso fin a la última tregua de la banda terrorista. Asustado por la presión mediática, Zapatero cambió de estrategia antiterrorista y se sumó a las posiciones intransigentes de los populares. El resto de la historia todos la conocemos. De aquellos polvos estos lodos.

Estoy tan lejos de la violencia asesina de ETA como de los demócratas que han aprobado leyes que ilegalizan ideas o que aspiran a continuar haciendo de Euskadi un “nicho” de votos. Ni defender el proceso de paz en Euskadi me hace ser  amigo de los etarras ni condenar decisiones judiciales con fines políticos me hacen antidemocrático. Sólo ansío la paz y sé que ésta sólo llegará con diálogo.  Y, si es posible, sin el uso maniqueo de las víctimas del terrorismo como arma arrojadiza contra el proceso de paz. 

Mientras unos diseñan campañas electorales con la imagen de las víctimas y cuentan los votos para evaluar el éxito de su campaña, otros muchos siguen llorando a sus muertos con la esperanza de que los abertzales sólo usen la palabra como instrumento para cumplir sus objetivos políticos. Aunque para ésto sea imprescindible alta dosis de generosidad y altura de miras de los demócratas. La búsqueda de la paz bien vale todos los esfuerzos. 

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