Francia enseña democracia a Europa

Los socialistas franceses han abierto las urnas a todo francés que, previamente, haya pagado un euro y haga suyos "los valores de la libertad, igualdad, justicia y fraternidad”. Un acto de radical democracia participativa con la que los socialistas galos intentan desprenderse de las etiquetas de elitistas e inaccesibles. De paso, crean un clima ilusionante que les sirva para volver al Palacio del Elíseo tras diecisiete años de sequías electorales.




A tenor de los resultados, la experiencia democrática ha sido todo un éxito. Más de 2 millones de franceses se han acercado a las casi 10.000 mesas electorales, que a regañadientes ha habilitado el Ministerio de Interior, a decir quién ha de ser el candidato del Partido Socialista  francés (PS) que se enfrente a Sarkozy. François Hollande (ex de la también candidata Segolene Royal) ha conseguido el 39 por ciento de los votos, frente al 31 por ciento de Martine Aubry, actual secretaria general del PS.

François Hollande, defensor de “la normalidad”, representa la parte más centrista de la socialdemocracia. Su carrera ha sido, como él, discreta, lenta pero con paso firme. Afín a Strauss-Kahn, que fue apeado de la carrera presidencial por sus escándalos sexuales, se ha visto beneficiado por la renuncia de su homólogo ideológico.

No obstante, contra todo pronóstico, el voto del  exdirector del FMI no ha ido para Hollande. Strauss-Kahn ha apoyado a Aubry, “la roja”. Martine Aubry, hija el expresidente de la Comisión Europea Jacque Delors, está muy a la izquierda de su principal rival.

De su etapa de ministra se le recuerda por instaurar  la jornada laboral de 35 horas semanales,  la cobertura médica universal, el pacto social entre personas del mismo sexo y por sanear las cuentas públicas. Es una gran defensora de los derechos civiles y de la ortodoxia socialdemócrata.

Afirma, la ex ministra de Trabajo, que legislará en favor del matrimonio entre personas del mismo sexo,  de la ecología, que  pondrá coto a los mercados financieros y será “jefa de Estado de la moralidad”.  Es heredera del  vitalismo europeísta de su padre.

En este sentido, su idea de Europa es “humanista y solidaria”.  “Una izquierda blanda no ganará nunca a una derecha dura”, le espetó a Hollande, su máximo rival y con el que se enfrentará el próximo domingo en la segunda vuelta de las primarias.

En primavera, los franceses decidirán qué modelo de sociedad quieren que les gobierne. Si la derecha de Sarkozy o la socialdemocracia de Hollande o Aubry. Pero más allá del resultado final, los socialistas franceses han dado hoy una lección a Europa de participación y de no tener miedo a las urnas.

Han ilusionado a su electorado y atraído la atención mediática. El PS francés se ha situado en la línea de salida para un tiempo nuevo en el que es más necesaria que nunca una socialdemocracia legitimada democráticamente, sin complejos y que se enfrente a los conservadores que quieren acabar con los Estados para que los gestione la iniciativa privada.

Ya de paso, si aprende algo la socialdemocracia europea, especialmente la española, habrá sido un éxito rotundo. Los líderes socialdemócratas deben reactualizar su discurso y atacar, con la ferocidad de las ideas, el affaire,  insolidario, antieuropeísta, populista y xenófobo, entre la derecha europea y los mercados financieros. Esta relación de alto riesgo ha parido la catarsis social y económica que ha puesto en entredicho el sueño europeísta de los padres fundadores de la construcción europea.

Europa bien merece el esfuerzo. Los europeos están esperando respuestas que pongan freno a la angustia de “la mano invisible”. Mantener en pie los cimientos de la solidaridad europea y el Estado del Bienestar son motivos más que suficientes para que la izquierda europea reaccione. 

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