Monago, el déspota (des)ilustrado

No me extraña la forma de actuar del nuevo Gobierno de Extremadura. Su proceder pseudofascista con el adversario político es idéntico a la etapa de Pedro Acedo, como alcalde de Mérida. Fui testigo de los gritos de socorro de los funcionarios municipales que denunciaban las malas artes de los conservadores emeritenses. Como premio a sus quejas, éstos eran castigados sin trabajo, en medio de un pasillo, expedientados, difamados, insultados y humillados públicamente.

Mesa de trabajo, en tierra de nadie, de Florencia Cuervo, pareja de un exconsejero socialista. 


En el otro extremo, se situaban los amiguetes de los populares. Contratados a dedo para desempeñar puestos alejados de sus competencias profesionales. Igual que Monago. Es más, se llegó a contratar como director de Radio Fórum, emisora municipal, a un vocero que nos animaba las mañanas con ataques a la vida personal de los afiliados socialistas o contra cualquiera que osara  en criticar la berlusconiana labor de Acedo.

La vocación belicista de la derecha extremeña se atrevió, incluso, a acusar de financiación irregular al PSOE de Mérida o a culpar a los socialistas de estar detrás del “montaje fotográfico”  que puso en tela de juicio la ética, moralidad y decencia del entorno berlusconiano de Acedo y su pandilla de secuaces.  

La crisis económica ha conseguido algo que ni ellos mismos fueron capaces de soñar: gobernar Extremadura con la connivencia de la “izquierda alternativa” de Izquierda Unida. Una película de ciencia-ficción que ni el mejor Spielberg sería capaz de guionizar.

Muchos extremeños pensaron, equivocadamente, que la derecha cortijera extremeña iba a ser capaz de abrazar la democracia y gobernar bajo los principios democráticos: respeto absoluto al contrincante y uso del poder para beneficio de los ciudadanos, no de los intereses particulares de los gobernantes.

Este despotismo (des)ilustrado es la causa de la persecución inquisitorial que sufren los funcionarios de la Junta de Extremadura. Tal como hicieron en Mérida, y volverán a hacer en esta etapa neo-berlusconiana, han convertido a los trabajadores, con alguna vinculación al PSOE, en chivos expiatorios para ejecutar su programa vengativo de (des)gobierno.

Infrautilizar el potencial de los funcionarios, además de ser una canallada y la versión posmoderna de las purgas estalinistas –igual es fruto de su relación de conveniencia con los comunistas-, es malversar los fondos públicos con los que se pagan a los empleados públicos. Los funcionarios no son propiedad de ningún Gobierno.

Están –para eso fueron contratados- para que utilicen sus dotes profesionales al servicio de los ciudadanos. Todo lo que sea impedir que un trabajador público realice su labor es inutilizar los recursos humanos para el bien de Extremadura. Porque, entérese bien Sr. Monago, en Extremadura no sobra nadie –ni siquiera usted-. Al contrario, la tierra que preside necesita de todos sus habitantes para conquistar el futuro.

Algunos pensaron que la derecha se había modernizado y abandonado su modus operandi caciquil y guerracivilista. Los tristes acontecimientos persecutorios de estos días demuestran lo equivocado que estuvo el pueblo extremeño.  

Uno no se vuelve demócrata sólo por presentarse a unas elecciones libres. La democracia es un conjunto de valores sagrados y no un mecanismo puntual. El primer precepto a cumplir por cualquier demócrata radical es que los adversarios políticos nunca son los enemigos a batir. Recuérdelo siempre, Sr. Monago, y hágaselo saber a su club de incondicionales.

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