La reunión de jefes de Estado y de Gobierno de la UE en la que se decide el futuro del euro y de Europa no motiva a la Red y el debate se reduce a los europeístas convencidos y a los periodistas que cubren la información europea en Bruselas. El hashtag –almohadilla, en inglés- #euco no invita a los tuiteros a convertir la cumbre europea en trending topic como sí lo han sido temas irrelevantes para el bienestar de los ciudadanos y que carecen de los más básicos ingredientes de la información ‘seria’.
En muchas ocasiones, los apasionados europeístas no sumergimos en nuestra endogamia y malcreemos que el debate sobre la construcción tiene más eco del que realmente tiene. La crisis económica parecía haber sido el momento ideal para que la ciudadanía se sumase a la discusión sobre cómo hemos de edificar la Unión Europea.
Sin embargo, la respuesta o, más acertadamente, la no respuesta de los internautas nos explica que la UE no concentra la mirada de los europeos. Este lamento es usual en todos los foros de periodistas europeístas.” La información europea no tiene público” o “en qué fallamos”, son las preguntas que nunca hallan respuestas.
Las causas de la desafección por el europeísmo pueden ser varias: Complejidad por el uso de un lenguaje muy barroco o un léxico demasiado economicista que aleja a los europeos de sus decisiones. O que un discurso serio sobre modelo de sociedad no es tan vistoso como el lenguaje macarra que se estila en la política doméstica. Al hablar sobre la UE no valen los eslóganes sin argumentos sólidos.
La demagogia no tiene tan largo recorrido como en los debates nacionales y los profesionales del populismo ven que sus soflamas de copia y pega no producen el ruido que esperan y desisten de sus pretensiones. Echo en falta esa gran masa crítica que se manifestó el 15 de Octubre contra el Pacto del Euro Plus. ¿Dónde están? ¿Tenían solidez intelectual aquellas protestas o sólo fue la reacción al enfado generalizado por la sensación de malestar que viven los europeos?
La crisis nos está despejando muchas dudas. Por un lado, existe un periodismo europeo extraordinario. Una plantilla inmejorable de profesionales de la información está desarrollando un excelente trabajo. A través de la prensa, radio, televisión y las redes sociales nos están detallando minuto a minuto los escollos de las negociaciones entre los líderes europeos y demuestra la gran apuesta de las empresas informativas por la actualidad comunitaria.
Por otro lado, la certeza que con más rotundidad no está evidenciado la crisis es la insustancialidad de los debates que se producen en 140 caracteres. Que acontecimientos como la boda de un famoso, realitys shows, competiciones deportivas o polémicas artificiales consigan ocupar la centralidad de la discusión ciudadana y no lo logre el futuro de Europa, debería hacernos pensar qué calidad democrática queremos construir –si es que se puede- en 140 caracteres.
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