Zoido, el austero

Juan Ignacio Zoido, alcalde de Sevilla y presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), representa las bondades de la derecha patria: critican el despilfarro cuando están en la oposición pero se jactan de gastar recursos públicos en decoración cuando acceden a gobernar. Especialistas en el uso a la carta de los principios, travisten la obscenidad en un acto de justicia. El cinismo como ideología.


Es una ignominia que el máximo líder del municipalismo español malgaste 700.000 euros en flores y luces navideñas. Con la que está cayendo, el popular alcalde de Sevilla ha gastado más de 400.000 euros en un alumbrado navideño desproporcionado y 300.000 euros en macetones y adornos florales. Sin contar la millonada que ha costado albergar la final de la Copa Davis.

Recorta en lo fundamental, en Educación, Igualdad y Servicios Sociales, pero despilfarra en lo accesorio, en eventos y jardinería. Su derroche navideño “hará más felices a los sevillanos”, según defienden sus voceros mediáticos. Lo que me preocupa aún más que las consecuencias de la crisis económica. Porque si la felicidad de los sevillanos depende de lo iluminada que esté su ciudad, entonces el problema es que sufrimos de analfabetismo emocional. Mucho más amenazante que la crisis económica.

El populismo despilfarrador ha llevado a Zoido a pagar un canon a la entidad privada organizadora de la Copa Davis con el fin noble de  fomentar el turismo. 3,5 millones de euros pagados a la Real Federación Española de Tenis (RFET) que han servido para publicitar Madrid, patrocinador oficial de la Davis como destino turístico, en vez de Sevilla o Andalucía. ¿Alguien ha visto la marca Andalucía o Sevilla en la publicidad que estaba detrás del equipo español de tenis?

Mientras que recibe con alfombra roja y billetera generosa a los ejecutivos de la Copa Davis, maltrata a los colegios públicos sevillanos, a los que les ha dado 8.000 miserables euros para acometer reformas, y a las limpiadoras de la Empresa Municipal de Deportes (IMD), a las que ha amenazado con despedir por “falta de recursos económicos”.

Una desvergüenza que no ruboriza a ninguno de sus concejales. Que se atreven a dar lecciones de tiranía a la hora de recortar en los servicios básicos de los pobres, pero malgastan el dinero de éstos en organizar actos que les faciliten la foto para su interminable campaña electoral.

El mismo argumento de “aumento de las pernoctaciones hoteleras” no le valió a los colectivos de lesbianas, gais, transexuales y bisexuales (LGTB) cuando acudieron al Ayuntamiento a pedir ayuda para la Manifestación del Orgullo LGTB. La igualdad nunca encuentra dinero ni lugar en quienes no creen en ella. Sólo halla subterfugios para no decir con claridad lo que piensan: que con el dinero público no se pagan “mariconadas”.

Los voceros mediáticos de la caverna sevillana no han escrito ningún vomitivo artículo de opinión, de los habituales a los que nos tienen acostumbrados. Ni de “ministritas” ni de “travelos”. Un silencio que grita. Aunque sólo fuera por misericordia con los pobres que están sufriendo la “disciplina presupuestaria” de los líderes del que no hace ni un año era el “partido de los trabajadores”, según aseguró la señora Cospedal, patrona de los recortes.

De todos modos, no hay de lo que preocuparse. A nadie como a los representantes de la ideología del cinismo se les da tan bien asistir a actos caritativos para pedir por los “pobres necesitados” y los “negritos”. La navidad, como el cine, lo admite todo si hay un buen decorado y los actores son profesionales.

Hay cosas para las que sólo la derecha tiene autorización. Como eliminar las ayudas para la lucha contra el hambre en el mundo para luego organizar “cenas solidarias” en las que lo de menos sea la causa y lo más el traje de gala que se luzca en el desfile de vanidades. O exigir a la Junta de Andalucía ayuda para financiar los gastos de la Copa Davis a la par que Rajoy anuncia que “todo no se puede pagar” y que “la Dependencia es insostenible”.

Ojalá que el espíritu navideño consiga que Juan Ignacio Zoido aprenda que hay gastos prescindibles y otros imprescindibles. Que se puede alumbrar la ciudad sin un coste insultante para las muchas familias que padecen los efectos de la crisis. Que se puede garantizar la felicidad de los ciudadanos sin negarles a éstos el derecho a la salud, a la educación, a la solidaridad y a ser iguales. Y, sobre todo, sin hacer creer que la inteligencia emocional de los sevillanos depende de la potencia lumínica con la que se alumbren sus calles en Navidad.