Alicia Gámez, una mujer distinta



Funcionaria de los Juzgados de Instrucción Nº26 de Barcelona, 35 años, separada y sin hijos. Tras esta descripción,  podría esconderse cualquier persona considerada como una triunfadora de su tiempo. Si le sumamos que cuando sale de los juzgados se dedica a trabajar en proyectos de cooperación y forma parte de la ONG Acció Solidaria que cada año, a través de su caravana, reparte solidaridad en forma de medicamentos, alimentos y material de primera necesidad en África Occidental,  el resultado es una mujer distinta.
Alicia Gámez, ha protagonizado la noticia que llevamos esperando  101 días, el tiempo que ha estado retenida junto a sus compañeros, Albert y Roque, por Al Qaeda en Mali. Bien podría haber venido abatida por el dolor, el sufrimiento, el victimismo que da saberse víctima de un secuestro cruel, pero no, es una mujer distinta. Sabe que no ha sufrido más que  la población mauritana beneficiaria de su altruismo.  Es consciente, que a diferencia de los mauritanos, ella sí se puede acoger al derecho a soñar. Se cree afortunada, y lo es.
Su expresión, al bajar del avión, de ternura, la elegancia que le regala su sencillez, su bella cara sólo adornada con su ternura, su sonrisa agradecida, su caminar pausado como si así se agarrara, despacito, a la libertad recién recuperada, los abrazos que regaló y que le regalaron, la dulzura en cada gesto, la fragilidad que invoca, y la petición a los medios de comunicación de “paz y tranquilidad para estar con su familia” denotan a una mujer distinta..
Junto a su frágil, dulce y templado aspecto decorado de sencillas zapatillas, vaqueros y cara despejada, se esconde la fortaleza de para quien la felicidad no se codifica en un trabajo estable generosamente remunerado ni vivir en un entorno económicamente desarrollado. Su felicidad tiene otros códigos, su  felicidad reside en crear felicidad, en comprometerse en la lucha por construir un mundo donde el Derecho a ser feliz sea el principal de los Derechos Humanos.
Alicia, a través de su tímida y delicada sonrisa, se ha convertido en la representante de miles de cooperantes, que, en condiciones duras, jugándose la vida y eximiéndose de  ser un ávido cumplidor de la norma social dominante exportan al mundo otra manera de ser patriota. Sus banderas no tienen colores, sus himnos carecen de letras y música, y el modo de engrandecer a su patria no es izando banderas  vacías de contenido, sino exportando lo mejor que un país puede exportar, la solidaridad. Su ejército es la paz,  sus armas  la palabra y la humanidad, y como principal misión; curar las heridas de la injusticia, que han producido muchos falsos patriotas.

4 comentarios:

Lola Fontecha dijo...

Un ejemplo a seguir. un besito

Randle dijo...

Me ha impresionado que fuese compañera mía de trabajo.

Gracias por agregarme en el faisbuk

Randle dijo...

Ahora siento que me hayas desagregado.

Gracias igualmente por el tiempo que estuviste.

Alicia dijo...

Mil gracias Raul. Te agradezco enormemente tu relato. Me ha emocionado mucho. Personas como tu abren una ventana al mundo para ese periodismo humano, más transparente y más honesto frente a ese periodismo que tanto daños nos hace. Felicidades de corazón!! Me ha gustado mucho lo que he leído tuyo. Alicia Gámez